Pensé, mientras el coche se lanzaba contra el muro. ¡Aquí termina mi destino!
Cuando Valeria despidió a su último cliente, vino mí. Tímido e inocente, le hice un sitio a mis espaldas. La sangre agitaba en mis venas y sus pupilas señalaban el camino del infierno.
¡Lumbre prohibida!
¡Muerte del alma!
Hastiados de soledad, nos zambullimos sin conmiseración, en cada gota de licor. En cada lamento del corazón. La intensidad de sus labios carnosos y pechos voluminosos, me hizo ver las estrellas.
Y hoy, heme aquí, incorpóreo e imperceptible, lejos de la tierra y más allá del cielo.
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¡Me gustó mucho!
Sobre todo el final.
¡Saludos y abrazos!
Muchas gracias por leer mi escrito y comentarlo. Saludes.
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