En la distancia gris que hace el olvido
yace mi corazón desarbolado,
mis ansias y mis sueños juveniles
y aquel poso de amor desencajado.
Retornan a mi mente los instantes
en que flotamos juntos en el aire
subiendo de la mano la escalera
que lleva a los confines de la tarde.
Aún puedo recordar la desventura,
la caída posterior y el desenlace,
el amargo sabor de aquellos días
en que supimos dominar el arte
de mirar absortos las estrellas
para escapar del caos circundante.
Pero al final, no fuimos más que espuma
que las olas forjan y reparten
en la húmeda playa de la vida,
para regar el tronco de los años
que sigue engrosando imperturbable.