Confié en ti,
cuando no podía
confiar en mí.
Tu traición
fue la sal
sobre la herida.
Fue el limón
sobre mis ojos.
Tu presencia
ya no tenía fuerzas.
Tus gritos
eran oídos
por los sordos.
Buscaste
sostenerte de algo,
pero encontraste
un vacío helado.
Te di un lugar
en mi mesa,
pero comías
de mi plato.
Te ofrecí
mi mano,
pero tomaste
todo mi brazo.
Te ganaste
un espacio en mi silla,
un vaso de agua
y un poco de comida.
Te di tanto
que me dejaste
sin nada.
Tus recuerdos
son la mala hierba
de mi huerto.
Tu voz
es el polvo
de mis sábanas.
Esa noche
tus ojos dejaron
de ser las velas
que iluminaron
las cenas.
Me hiciste dudar
de mi herida.
Pensé que
me había quedado
ciego,
porque no creía
lo que estaba viendo.
Fuiste un
falso predicador
del amor.
No vi la espada
que ocultabas
detrás de tu espalda.
Su filo azul
dibujó un corte
sobre mi pecho.
La luna
se reflejó
en mi sangre.
Los traidores
no ganan,
pero conozco
a uno que se
llevó el trofeo
de mi confianza.
Supongo
que el tiempo
ocultará
este momento.
