El sutil encanto de ser mujer

Ardía una sonrisa de deseo tan grande en sus ojos, que pensé llegaba al fondo de la felicidad

La mujer, esa ninfa, la más bella de las domesticadoras. Primeramente la mujer fue una presa, un cuerpo a ser tomado en arrebato febril, casi un botín para el hombre, hasta que al fin se hace doncella o muchacha domesticadora… la mujer como presa satisface hasta cierto punto o bien no lo hace. Pues su feminidad, es en rigor, el verdadero motor, la fuerza motriz de todo deseo, de todo botín, y claramente, eso es algo que el hombre se ha de ganar como se gana el pan.

La mujer femenina ancla allí su presupuesto, la presa solo se vuelve deliciosa, en tanto se ha vuelto gemido y premio al ganarse su amor. Y desde luego, no de cualquier manera, para alcanzar a gozar del premio habrá que estar a la altura de dichas pretensiones, circunstancias y pañuelos. Pues en toda mujer femenina habita la figura de un hombre, un hombre como todos y como ninguno, un hombre que aprisionado se ha hecho idea.

Y los ideales así como son, serían esa cosa sobre la que una se sale de sí misma, abriéndose a lo ajeno, lejano y sublime para dar curso y girar sobre su órbita más natural y planetaria. Y sobre un tipo de orden migratorio qué no deja de fluir y fugarse. Como cuando escapo a los sabores de tu boca, en la mística electricidad de tus labios y el antiguo deseo de tu sonrisa.

La palabra hebra como la palabra hembra es indecible en cierto sentido, y a la vez, que imprescindible.

¿Qué es la mujer cuando no es madre, esposa, hija, hermana, es acaso sólo mujer? ¿Qué siente excluida de sus funciones hembra y siendo hembra?

¿Qué función vital es? ¿Qué desnuda su intrépida desnudez?

Y la pupila desnuda tiende su mano sobre el mundo para tomar de él su fuerza y caudal eléctrico, su rosada piel. Un punto y un universo abriéndose a un coqueteo según va surgiendo. Después de todo, si te regodeas de estar vivo es porque en ti late algo entre humano y animal, en donde la excitación y el estímulo es lo vital.

¿Es qué podemos vivir sin excitación y sin estímulo? ¿Sin pretensiones, sin ilusiones, sin algo en que creer, esto es, sin amor? Y quizá por eso ver y escuchar es lo primero, en donde ver y oír lo imperceptible es dar un paso más sobre nuestras percepciones, lo que a simple vista no es posible ni ver, ni escuchar…

Nuestra vida sólo puede excitarse en la exterioridad, en el campo, en el mar, en las estrellas, en el pájaro y su silueta, en el lenguaje, en el paisaje, en sus materiales y crispantes sonidos, en el exterior y su afuera. Y es que el afuera es un clítoris y un dentro nuestro, nuestro fabuloso órgano de excitabilidad eléctrica, azul y sexual.

El Ojo así encendido en todo su caudal dispara espíritu, cuerpo y la materia plástica de toda su gestualidad imprimiendo su propio y singular estilo.

Y así llegamos a que en toda mujer habita un pueblo con pequeños y grandes elementos.

Es que la mujer cuando ya despejada de todas sus funciones, sólo es mujer… ¿Qué es? ¿Qué es ser mujer? Es una pura ilusión… Una ilusión puesta en marcha para que el otro funcione. Un vector mujer como ilusión, como encanto y magia. La mujer con su antiquísima intuición trae para sí todo lo que le sea necesario, todo lo que su cuerpo sabe, puede y necesita, quizá de eso se trata ser en tanto movimiento de mujer, de piedra o de pájaro, en tanto se ex -iste.

Pues, ya que en rigor, la “atracción” ha de ser definida y subsumida a pura “gentileza” “refinada dulzura” y “encantamiento”.

¿y qué mujer, que hembra, no guarda un alma secreta?

Pues vivimos en la idea de perfección, pero son sus imperfecciones las que conviven con esta otra idea, en medio de una lógica que no hace otra cosa que ser paradójica y así es que nos hacemos más y más secretas y no menos. Pues sino el encanto se esfumaría como se esfuma o desintegra nuestro tan liviano y volátil diente de león

O dicho en otros términos, la mujer encarna esa mañana calurosa y tibia en que ya movidos por una brizna de hierba :herb:nuestra mirada y oído se vuelven nostálgicos, como aquello que se repite y pliega, esa que traslada y que aun estando quietos nos mueve y tiene el poder engendratorio en potencia, un poder ilusorio, “la traza mujer” la traza que sin darse cuenta ella misma ¡es!

Porque en este sentido, es su marca y horizonte el que eclipsa haciendo de ella una fuerza brillante lo mismo que sublime y venidera, esto es nos encanta sutilmente, mientras ella recostada en su insuperable ahora, rutila y en su rutilancia lenta, dionisíaca y densa: promete, promete, promete…

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También suele ser la lluvia, la sed y el hambre, no concuerdo con que hay que ganarse a una mujer como se gana el pan; es muy fácil ganarse el pan ; es difícil merecer a una mujer y ganarse el amor de esa misma muner que uno merece. Pero, si es sutil el encanto y sublime el acontecimiento irreductible de la mujer. —Aplausos.

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Que lindo lúdico!! Te gusta el combate, la pelea…:grin: quizá tengas razón y quizás y soló digo quizás… deba ganarse diariamente, como uno se gana el pan, sólo eso y simplemente. Sostener quizá tambien es heroico lo mismo que erótico por estos días​:sparkling_heart::heartbeat::cupid: saludos enormes!

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Creo que nos brindas un texto que explora la complejidad de lo femenino con tu riqueza poética y tu capacidad de reflexión profunda.

Letras que parecen invitarnos a replantear nuestra percepción de la mujer más allá de los roles sociales.

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Qué lindo lo que decis Ale!!! :heartbeat::heartbeat::heartbeat::heartbeat:gracias por tu lectura, abrazos!

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