El soniquete de las olas del mar
batiendo sobre la blanca arena
apaciguan el pesar
del espíritu errante
que deambula
en el conflicto
de la vacilación,
ese día de soledades
en que tus labios
están secos por el tiempo
y los abrazos se han ido
en la brisa de un otoño.
Eres consciente, que el amor
sabe de sudores y fatigas,
de caricias y halagos
y de lamentaciones,
como también eres consciente
de que el amor dura
mientras te ilusiona
y se acaba cuando
el deseo se congela
y los recuerdos
son melancolía de un día
aunque sigas persiguiendo cielos.
Me ha encantado esa añoranza de tiempos mecidos por el amor. El mar, siempre es la muleta perfecta para ponerle el soporte al lenguaje emocional con el que trasferir las palabras que quedan atascadas entre el corazón y el pensamiento. Gracias poeta