Cuando el silencio dejó de asustarlo
comenzó a aprender de él.
Tuvo que emplearse con tenacidad
para penetrar en la superficie de este,
no fue fácil.
Pudo comprobar cómo el silencio
sabía guardar en su fortaleza los secretos.
Una vez que penetró, descubrió,
que la falta de sonidos no era total,
que dentro de su envoltorio solo los ruidos
quedaban extinguidos.
Un murmullo suave, muy leve y extraño,
a veces le llegaba, y era tan distante
que le costaba comprender de donde
provenía.
En aquel espacio la inmovilidad era total,
como si la naturaleza petrificara el tiempo
en una falta de viento, en una calma absoluta.
Al principio no lo entendía
hasta que más tarde, por fin
se dió el reconocimiento
y la inquietud se sereno.
Y el paisaje se hizo pacifico
y desde entonces lo hábito
con frecuencia,
y cada vez las horas de estancia
eran más largas.
Y en aquel sitio
encontró un amigo.
Conozco perfectamente esto, gracias infinitas @joseantonioborrego , por este reconocimiento a lo que olvidamos casi siempre… el silencio y encontrarnos a nosotros mismos, que a veces o casi siempre ni reconocemos ni valoramos, al final se puede vislumbrar un gran tesoro como los grandes y verdaderos amigos que somos, “nosotros mismos”.