En aquellos tiempos
el Corazón caminaba
en medio del valle
de los sentimientos
y subió al latido más intenso:
"Benditos sean
los latidos enamorados,
porque de ellos son
los sentimientos puros.
Benditas sean
las miradas profundas,
porque a ellas pertenecen
el tacto de las almas.
Benditas las manos
que acarician con sinceridad,
porque ellas recibirán
la abundancia y la entrega.
Benditos
los abrazos que sanan,
porque a ellos retornará
todo el amor otorgado.
Benditos los labios
que besan entregados,
porque ellos son dueños
de emociones imborrables.
Bendita la piel
que se entrega en plenitud,
porque no habrá
sensación que le engañe.
Benditos sean
los tiernos suspiros,
porque los Ángeles
ya han escuchado su voz.
Sean multiplicados
sus sentimientos y sensaciones
según las hallan dado,
sean llenas sus vasijas
de este vino,
pues será lo único que beban,
cuando nos marchemos, un día,
de este mundo…”