El sentido de la vida

Sí, claro que también he estado rota. Más de una vez, algunas, hecha añicos. Es impresionante como podemos ir uniendo luego, los trozos, uno a uno, por muchos que sean, para reconstruirnos.

¿Cicatrices? También. Son el recordatorio de los lugares, situaciones y personas donde no voy a volver.

Dijo el gran Gautama Buda, que sin apego, no hay miedo ni sufrimiento. Por tanto, tampoco roturas ni cicatrices.

Aunque me cuestiono y me digo entonces, sin apegos, alcanzo la iluminación. Y, ¿para qué quiero brillar como una estrella y desaparecer de este plano, si voy a perderme la fantástica odisea que es la vida? ¿Y si vivo para aprehender?

Es contradictorio incluso, pues mi alma es lo que debo salvar. Pero es precisamente mi alma quien quiere volar, cognoscere. Ella, se apega a lo que ama, y yo con ella.

La disyuntiva, desde temprana edad, me puso en este sitio, (porque del asunto, algo sé). Desde niña tuve contacto con《el otro lado》. Esto que les relato, parece cuento, pero es anécdota.

Cinco años terrestres sumaba en toda mi vida. Esa edad de amor de papás, hermanos, mimos, juegos y curiosidad. Sí, siempre fui muy curiosa.

Dormía plácidamente en mi cama, abrigada con una gruesa manta. En Camargo, Chihuahua, los inviernos suelen ser crudos.

Abrí los ojos, me vi a mí misma, durmiendo en mi cama. Yo 《o mi otro yo》, flotaba literalmente a escasos milímetros del techo. Me sorprendí y asusté en el acto, tal vez creí que soñaba.

Lo siguiente, es que 《descubrí》 que podía “moverme” o “volar”, (como a mi corta edad lo entendía). Me vi así, 《flotando》 sobre la cama de mis padres, que dormían a pierna suelta, fuí hasta la habitación de mis hermanas, me movía como si nadara en un agua invisible.

Ví que, Rocky, nuestro perro salchicha, quien les hacía compañía, sí que me veía fijamente y estaba más que alerta… No ladró, sólo me observaba nervioso, creo que podía percibir de alguna manera, que era yo, o algo de mí.

Entonces quise salir de la casa, y al instante, como por arte de magia, me elevé, traspasé el techo como si algo tirara de mí hacia arriba. Podía sentir cómo me fundía con las moléculas del mismo y las dejaba atrás. Era como si pudiera tocar, y no, cada átomo que me circundaba.

Estaba sobre ella, y sus escasas farolas, veía perfectamente mi calle, Plan de Guadalupe, a lo lejos unos perros ladraban incesantes, yo solo pude sentirme ¿libre?

Me elevé un poco mas. Yo apenas conocía de la Colonia Revolución, un par de calles y el parque, que colindaba con mi casa, así que pude apreciarla en toda su extensión. Recuerdo que entonces pensé no tener frío ni calor.

Alucinante, es la única palabra que se me ocurre para describir lo que pasaba. ¿Subía mi cuerpo, espíritu, energía?, pude ver tantas luces que me cegaban.

En ese momento me hice consciente de que estaba “volando” a mis anchas y sentí miedo, un miedo tal por caer sobre esos edificios, calles y casas. Enseguida, esa fuerza invisible que antes me elevara, me empujó hacia el suelo, vi un haz de luz que me cegó un segundo, para luego, 《despertar》 en mi cama, como siempre.

Rocky, estaba parado frente a mi almohada, me miraba afanosamente. Yo temblaba de frío o miedo, no lo sé pero seguramente más por lo segundo, Lo abracé y acaricié, él se subió a lamerme la cara, luego se arrellanó sobre la colcha y me calentó los pies.

Yo no atinaba a saber, ni siquiera comprendía del todo lo ocurrido. Simplemente me pareció genial, a pesar del temor a eso que desconocía. Algo dentro de mí, me decía que no lo había soñado, pero que tampoco debía contarlo, pues no me creerían, como cuando les dibujaba figuras raras con nombres extraños, de “personajes” que al parecer, sólo yo podía ver.

Así que callé y esto, se sucedió tantas noches. Al llegar al momento de “salir” de la ciudad, me invadía el temor de caer, sin embargo, una de esas noches, decidí ir “más arriba”.

No sé siquiera cómo pude asimilarlo entonces, recordemos que yo tenía sólo cinco años de edad. Aún estaba aprendiendo a leer. Por lo que desconocía prácticamente todo.

Sabía que las estrellas se llamaban estrellas, y el Sol, Sol. Ni siquiera sabía que el Sol, era una estrella. Ni era consciente de habitar en un orbe llamado Tierra. Y desconocía al resto de sus hermanos. Cuántas cosas importantes ignoramos, siendo infantes…

Pues al 《subir》más y más, vi una grán extensión de espacio, lleno de luces y partes oscuras, era inmenso. Y el miedo retornaba, pero estaba sola ante esa maravilla y eso, era lo que al final, me instaba a pensar: 《quiero ir más alto》 y, en un segundo, “aparecer” en un punto del espacio mucho más elevado.

Así ví, yo, quien para entonces, era literalmente una Presencia-Astronauta, un Sol inmenso, los orbes a su alrededor girando de manera frenética, con movimientos extraños, (no como me lo enseñaron años después en la escuela).

Pero era mucho más, esa sensación de flotar libremente. Podía escuchar sonidos tan extraños, y todo era nuevo para mí, molestos y acompasados, una música de lo más alucinante.

Podía oler incluso, y los olores eran a mí, como colores. Olía a ocre, a verde olivo, olía a naranja tenue, y también olía dulzón, ácido y ferroso.

Lo mágico era que podía “sentir” en ese caos, la armonía del Todo. Yo vibraba y todo vibraba conmigo. Era yo y la nada sosteniéndome, era mi consciencia y alma pululando donde quería.

Fui consciente, a esa edad, de la forma que tiene la Vía Láctea, vi nuestra bella Laniakea, (el supercúmulo de Galaxias donde navegamos). Ví los mares cósmicos y sus playas, ví el Universo.

Sí, en esos momentos no lo entendía, al ir aprendiéndolo en la escuela y en los libros, era para mí como una confirmación y también rechazo por lo que no me constaba.

Al pasar de mi tiempo, esta experiencia también dejó huellas. Como tantos otros sucesos singulares, que tal vez os cuente, en otra ocasión.

A pocas personas hablo de esto, porque son pocas las que lo comprenden. Ahora, te lo confío a ti. Quien, por alguna razón, lo estás leyendo justo ahora.

Por eso, y mucho más, es que aún rota, en el transcurso de los años de este cuerpo que habito, sigo reconstruyéndome y apegándome.

Porque sé que hay algo más allá, y aquí mismo, que nos hace ser. Y que somos, por una razón y la razón, es la que hay que descubrir.

Que distraernos nos desvía, pero que si aprendemos y aprehendemos de cada experiencia, por mala, cruda o terrible que sea, algo bueno existe, al final del hoyo de gusano.

Elegí ser, para poder continuar. Por eso sé que, yo soy, que tú eres, y que somos. Vibrando siempre, viéndonos siempre. Tal como dijeron nuestros ancestros, 《nos estamos viendo》, y por ello, esa es mi despedida favorita.

Quizá, como dicen los eruditos, el camino hacia la iluminación y trascendencia, sea hallar el sentido de la vida.

¿Pero, cuál es y dónde está el sentido de la vida? Quizá en un jarro de café o en la estrella que titila, aunque no la podamos, porque no hemos aprendido y aprehendido a ver.

Así que, nos estamos viendo…

#EPadrón :writing_hand::open_book::studio_microphone::clapper::rose::mexico::brown_heart:

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:clap::clap::clap::+1:Buen relato, entretenido… Saludo

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Muchas gracias Pippo, un placer que te pases y me regales tu tiempo. Saludos.

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Alucinante en la inmensidad de la hipérbole, un credencial directo a la sugestión, fascinante y revelador un gran Aplauso. ¡Bravo! Me encantó.

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Está de concurso.

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Fui consciente, a esa edad, de la forma que tiene la Vía Láctea, vi nuestra bella Laniakea, (el supercúmulo de Galaxias donde navegamos). Ví los mares cósmicos y sus playas, ví el Universo.

Tremendo escrito, cautivante.

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Muchas graciasss, saludos literarios :wink:

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Graciass, celebro te agrade.