Jo, despertó sorprendido al ver la caja de regalos. Era su cumpleaños 80, pero… ¿quién la puso a su lado mientras dormía? La desenvolvió. Era un par de zapatos: ¡FELICIDADES PAPÁ!, decía la tarjeta. Lo colmó la incertidumbre… Su único hijo falleció años antes en un accidente. Se puso los zapatos. Sintió al erguirse un calor vertiginoso de los pies a la coronilla. Atónito, experimentó una frialdad lenta y en espiral desde el cráneo hasta los pies. Se estremeció. Fue a asearse y el espejo del baño le devolvió la imagen del hijo. Dio un respingo, lo remedó la misma figura. Debo estar loco, pensó. Regresó al cuarto y se puso los pantalones con los zapatos puestos, no pudo quitárselos. Ya vestido, salió a la calle. Se sintió llevado por sus pies a la barbería de Lucas.
— ¿Se va a pelar Señor? —le dijo éste.
— ¡Claro, como siempre! — Contestó al sentarse en el sillón.
—No lo he pelado nunca… —afirmó el barbero
Jo se miró al espejo… -¡No es mi hijo! Soy yo mismo 60 años atrás- Con trabajo, se quitó los zapatos.
— ¡Vamos, Jo…! —Le dijo el barbero…— ¿Qué broma es esa?
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La fantasía y los sueños construyen siempre magníficos relatos cuando son manejados por buenos escritores. Un saludo a tu imaginación y otro para ti.
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Curioso relato, de lo fantastico a lo emotivo. Bien desarrollado y muy bien cerrado. 
Me ha gustado mucho, Pedro. Saludo cordial y buen dia
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Gracias tocayo, pero todavía soy escritor solo en formación y tardíamente.
Un honor tu visita y comentario.
Abrazo
Gracias, José Manuel. tu comentario e un aliento a seguir escribiendo.
Abrazo
En esa tensión del recuerdo y la fantasía, guiada por una buena pluma, cómo esta, escribes un relato donde lo cotidiano se mezcla con el sueño. Luego dejas que el misterio lo cuente. Enhorabuena amigo.
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Gracias, estimado José Antonio, por la lectura y comentario.
Abrazos