Y es que a veces
me hago pozo profundo
y excavo intensamente
mis cimientos
buscando las raíces en el agua.
Resbalo
entre paredes húmedas,
verticales,
cubiertas de una manta cálida
de musgo
que amortigua y suaviza la caída
cada vez más honda…
cada vez más rápida…
En el fondo busco
el claro y limpio manantial
que me sustente,
que me nutra, me reanude,
me recorra por dentro
y desemboque
en azules nuevos,
transparentes.
Y tan solo encuentro…
un charco translúcido y exiguo
sin reflejos de cielo
donde hundir -apenas-
las raíces del alma.
Sola y honda.
Honda y sola.
¡Qué sensación extraña
llorar dentro del agua!
…
“Llorar dentro de un pozo, en la misma raíz desconsolada del agua, del sollozo, del corazón quisiera…”
En tus versos parece como si el pozo tomara vida y fuera un ente mortal, anclado a los disturbios del existir. Magnífica conjunción de piedra, musgo y agua, en esa transición de líquido y vida, que se hace patente en tu poesía, por otra parte magnífica. Gran poema. Un saludo.
Qué bonito, María. Qué gran poema. De pozo que yo excavé en mi infancia brotó agua turbia y hubo que aterrarlo. De este tuyo-tú brota agua clara. Y un magnífico final
Cuántos sentimientos se van desprendiendo a medida que nos deslizamos por el pozo, que simbolismo tan lírico y tan conmovedor el de tus versos hasta llegar a palpar esa fría soledad, el cierre precioso con esa extrañeza de llorar dentro del agua y de la vida, amiga!!!
Uff, qué belleza!!
Ese pozo que busca limpiar las heridas del alma, se cristalizan sus aguas para llevar en su profundidad al ser que se sumerge en ellas. Precioso poema, querida María. Es una experiencia única leerte. Abrazos navideños.
Advertí la exploración de los varios espacios en que puede diluirse el alma o una parte de ella de lo solido a lo liquido, mas que un reservorio, el pozo representa la apoteosis de instantes desconsolados. —Aplausos.