Sin memoria.
Sin recuerdos.
Sin su propia identidad.
Como un niño,
que se ignora
a si mismo.
Olvidado todo
en esa enfermedad
de la desmemoria.
Don Eduardo se fue,
sin saber que nos dejó
en la concha,
para la eternidad,
el único lugar del mundo
donde
invisiblemente,
coqueto,
se peina el viento.