Todos a su alrededor se aglomeraban; era un extraño suceso que a todos tenía fascinados. Su muerte era exquisita, suficiente para justificar sus actos. De las sombras, ellos habían salido para aplaudir.
¿Quién es libre de pecado si en la tierra ha nacido? Entre todos se alzaron y rezaron por su bendición, tanto para vivir como para morir. Las trompetas sonaron para que, de entre los muertos, sonrieran y abrazaran el pecado como amor al prójimo, porque de eso se trataba el mismo existir: de juzgar y mentir.
Y así fue como de su cuerpo se sirvieron y probaron la delicia del mal, deseando más, succionando hasta el más pequeño hueso como si de la esperanza del mañana se tratara.
Si todos lo probamos, ¿valió de algo su sacrificio? ¿O aún debemos guiarnos por quien nos dio de comer el fruto prohibido? “Sí, sigámoslo a él”, respondieron todos, golpeando su pecho, para así continuar con sus vidas.
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Excelente relato, una procesión de sombras y deseos profundos, una ceremonia que entrelaza pecado y redención.
Letras en las que la muerte y la devoción se fusionan en júbilo y hambre.
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Al final la maldad se impone en el mundo, es inevitable.
Buena construcción narrativa.
Saludos.
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Sí. Ahora quise expresar en este relato sobre la moralidad humana y la naturaleza del pecado. Saludos.
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Así es. Gracias por su comentario, saludos!
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muy buen relato
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Buen relato.
Un saludo, Micky!
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Muchas gracias!
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Gracias, saludos!
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