Enero es gélido, sopla el viento,
el sol no puede con la humedad,
la escarcha blanquea la tierra labrada,
el caminante… camina en silencio
hablando con el invierno, al fondo…
una bandada de avefrías levanta el vuelo.
Astillas de frío se clavan en las mejillas,
los labios tumefactos succionan el calor del vaho.
Ahora la intemperie es la piel de la memoria,
de un niño … que aguardaba, a que llegaran las avefrías.
Las soñaba…, como fantasmas, que le mandaba el frío
desde países remotos.
En está mañana, aquel niño, hoy camina, y se siente
como un intruso, por perturbar la soledad de las avefrías,
por pisar el fuego helado del tiempo, por cruzar la intimidad
de estos desolados campos.
Una soledad que lleva al niño de una mano, y al viejo de otra.
Precioso poema, José Antonio.
Me gustó su lectura
Abrazo
Es magnifico este poema. El tiempo pasa inexorable…las avefrías, siempre volverán.
Muy bueno
Saludos
Bonito poema, José Antonio. Saludos cordiales
Qué bello poema que parece evocar la nostalgia de un niño que anhelaba la llegada de las avefrías en enero. Mientras que ahora, el adulto camina entre la soledad, conectando pasado y presente.
Muchas gracias amigo, me alegro
Un abrazo
Cierto siempre volverán. Gracias amigo un abrazo.
Muchas gracia amigo.
El mismo saludo para ti.
Eso justo es el poema. Gracias como siempre por comentarios tan atinados .
Un abrazo.
Me ha encantado ese paseo en dos etapas de la vida, esos campos, esas avefrías…
Te felicito por tu poema, José Antonio
Precioso título y precioso poema, dos visiones a través de la edad…
Saludos, José Antonio!
Muchas gracias.
Un afectuoso saludo
Muchas gracias María.
Un afectuoso saludo
Hermoso poema, José Antonio!! El tiempo pasa y el niño queda dentro con sus recuerdos…
Un abrazo, amigo
Muchas gracias amigo.
Un abrazo
Gracias a ti, amigo.
Un abrazo