El paragüero loco

Aquel verano…, Comencé a comprender a la vida, a la humanidad.

Esas comprensiones me las proporcionó un loco. Atraído por su elocuencia y sabias reflexiones, profundicé sobre ellas. Y lejos de tildarlo de turulato, comencé a respetarlo, independientemente de su apariencia extravagante, propia de un pordiosero, aunque no mendigaba y trabajaba para sustentarse reparando sombrillas y paraguas.
¿Que era loco…? Es innegable, pero diferente a quienes pasan por cuerdos y hacen daños, porque algunos llegan a ocupar cargos o jerarquías de Estados y causan grandes pesares a los pueblos que desgobiernan.
Ejemplos hay muchos. ¿Quién no los conoce? Por lo regular a sus locuras suman bajezas e indignidades, crímenes… ¡Y Guerras!
A Jerónimo, lo veía caminar por las calles desde pequeño, y junto a otros muchachos del barrio le gritábamos: , <Báñate, cochino> y otras ofensas. Pero él, inmutable, nos ignoraba… ¡Como si no nos escuchara! Hasta que cansados lo dejábamos con su frente en alto y altiva la mirada, sentado en el suelo de cualquier acera o en el parque junto a la iglesia.
Se anunciaba sonando un pito de lata hecho por él. A quienes tenían paraguas rotos, se los arreglaba frente a sus casas. Muchos lo miraban con desdén, otros ya acostumbrados, con naturalidad.
De él, llamaba la atención que, en bandolera, llevaba dos correas opuestas, de las que colgaban una ametralladora plástica de juguete con varillas y alambres de acero introducidas en ella y del otro lado un estuche roto con pinzas, pedazos de hojas de segueta hechas cuchillas, punzones y herramientas manufacturadas por él mismo. En el sombrero, tenía insertadas coloridas plumas de aves, una bandera patria y agujas de coser. A su espalda una mochila llena de libros y periódicos que leía a la sombra de los árboles.
Aquel verano de marras, como todo joven di la espalda a mi inmadura primavera y con sensatez, saludé amablemente al paragüero y me sonrió. Nuestro trato se hizo habitual. No dejaba de sorprenderme su cultura y… ¡Nos hicimos amigos!
Conocía de todo. Me hablaba de historia antigua y moderna; de grandes escritores del Mundo y sus obras. Y como colofón, me enseñó, de su autoría, un cuaderno de cuentos y otro de poesía que me permitía leer solo en su presencia. Y con modestia agradecía mis elogios.
¡Cuánto aprecio! … y agradezco al ¿loco? Jerónimo.
—Lee mucho —me dijo una vez — ¡Y escribe…, sin copiar de nadie!


Pedro M. Calzada Ajete. @Saltamontes 14 de junio de 2018

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Me ha encantado tu relato. Y el final una gran verdad. Escribe y no copies de nadie.
Siempre ser tú mismo. :clap::clap::clap::clap:
Abrazo.

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Hermoso relato!! Cuánto paragüero soñador hay por esas calles del mundo…a veces eligen ellos la manera de vivir y no sabemos quién es más feliz, si él…o nosotros.
Muy buen construido tu relato! Me gustó mucho, amigo!!
Me sonaba de habértelo leído antes, quizá en el antiguo?
Un abrazo fuerte, querido Pedro!:hugs::hugs:

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Hay mucha sensatez en algunas locuras. Muy buen relato. Un abrazo.

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No me canzo de darte las gracias, ahora también. Me alegra te haya gustado el relato.
Abrazos

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En efecto, querida Mari. Ya ese relato lohabía publicado hace algún tiempo, pero siempre es bueno republicarlo, porque hay muchos colegas nuevos y así lo pueden leer también.
El Mundo realmente está lleno de locos, parecidos a ese paraguero, que es real y todavía existe.En Italia, en el lugar qeu reside mi hija vi dos casos parecidos, no paragueros, pero si lectores extravagantes. Incluso, uno que recita pasajes de la Ilíada de memoria… Yo no me cancé de escucharlo.
Abrazos

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Gracias, amigo. por la compañía y comentario.
Abrazo

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Honmor que me haces con ese comentario, querida amiga.
Gracias
Abrazos

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