¡Ah…! ¡Cómo odio el frío!
Y tal como un gato al acecho
noviembre me muerde los pies empantuflados
mientras me apijamo de arlequín verde
y así mismo, se me escapa…
Afuera
a través de la carcelaria ventana
de una parra encendida
veo caer sus bermejas hojas
y no pienso más que el invierno se acerca.
El otoño es el primer invierno:
friolento, húmedo y raquítico
como la raíz de una gripe gris que se acrecienta
espesando su gruesa telaraña;
el verano, una segunda primavera
plétora de cosas que sobreabundan
bajo la larga luz del sol
que quisiéramos no terminara nunca.
Algo es seguro: todas las cosas pasan
nada se detiene
ni las estaciones desempacan
para eternizarse en este olvidado terruño.-
“Afuera
a través de la carcelaria ventana
de una parra encendida
veo caer sus bermejas hojas
y no pienso más que el invierno se acerca.
El otoño es el primer invierno:
friolento, húmedo y raquítico
como la raíz de una gripe gris que se acrecienta
espesando su gruesa telaraña;”
Te acompaño y me visto con tus hermosos y nostálgicos versos, a mi tampoco me gusta este primer invierno!!! Abrazos otoñales, no me queda más remedio!!
Si supieras: esta parte del poema es literal: me acaban de operar de la vesícula biliar (obviamente piedras) y ya en casa, me he visto obligado a usar unas pijamas de la época de María Castañas —eran de mi papá de cuando él se operó en 1984— y hay una que odio… tiene toda una trama de rombos negros, amarillos y verdes y como no estoy acostumbrado a usar pijamas, parezco un arlequín. Además está el hecho de que por acá comienza a apretar el “Pacheco” (así le decimos en Caracas al frío típico de diciembre que ya comienza a hacerse sentir en noviembre). Nací en invierno, me fascina el otoño; pero odio esas corrientes de aire frío lamiéndome los pies… ¡¡De verdad, me saca la piedra!!