El niño.
El niño sueña…
Entre sus dedos se resbala
la inocencia inédita que muere en un cajón
de verduras negras y marchitas.
Cientos de ojos se nublan ante la despiadada suerte.
Una botella vacía se disfraza
de la “Telstar 18” y el zurdazo descalzo le
clava en el ángulo un gol a la esperanza.
El niño juega…
Las corridas indecisas,
ahora fuga de encantamiento,
tal vez más tarde evadan el dolor y la muerte.
La magia se alimenta de no pensar
en el invierno que se anuncia.
El niño vive…
Aunque para otros no haya nada
que evidencie su existencia,
y las ropas corroídas sean camuflaje
de las sanas cofradías,
y el futuro le proponga malestares prematuros,
sexos rotos y placeres libertinos.
El niño crece…
Porque es niño y adolesce de saberse
un “apartado”.
Acurruca algunos miedos
y los guarda en sus bolsillos.
(Quizás más tarde los necesite).