El muro

Mientras escalaba el alto muro, Cris se preguntó qué habría al otro lado.

Cris era un funcionario aplicado que amaba la rutina. Aquella mañana de invierno se levantó como de costumbre a las 5:45 y a las 6:30, aseado y desayunado, arrancó su antiguo seat panda en dirección a la oficina. En el cruce de Montera con Gran Vía se abalanzó sobre él un camión de 20 toneladas, el frontal adornado con la leyenda `Paco y Nuri’. En una milésima de segundo estalló su mundo. Luego vino la oscuridad y después, bueno, allí estaba ese muro.

La verdad, estaba un poco desilusionado. Había esperado un largo túnel con una blanca luz cegadora al fondo y una sensación de paz absoluta. En cambio allí se encontraba, sudando,
trepa que te trepa.

-Lo importante es que merezca la pena, se dijo mientras apoyaba su mano en la parte superior de la pared de ladrillos. Saltó al otro lado inmediatamente.

Un guardia de tráfico con una venerable barba blanca le salió al paso.

-Buenos días, mi nombre es Cris Pérez. Acabo de llegar y estoy algo despistado.

-Entiendo señor. Documentación por favor.

No lo podía creer. Aquel ser angelical le estaba extendiendo una multa de tráfico por exceso de velocidad. Intentó explicarle que el responsable del desaguisado era Paco el camionero. Quizá iba pensando en Nuri. Nuri debía ser una mujer de armas tomar.

¿Dónde estaba la maldita luz blanca?

A las 7:00 horas del 5 de Noviembre de 1934, en la ciudad de Madrid, en el cruce de Montera con Gran Vía el forense decretó la defunción de un varón de 46 años por politraumatismo en accidente de tráfico. En su informe constató un visible rictus de resignación y el gesto antinatural del cadáver con las manos en la billetera.

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