-Oh vaya es casi media noche.
Generalmente perdía la noción del tiempo cuando me enfrascaba en la lectura de un nuevo libro y éste me había capturado desde la portada.
-Creo que ya es suficiente por hoy.
Pensaba mientras cerraba el libro en el final del capítulo seis.
Apague la lámpara en forma de media luna que me habías regalado en la pasada Navidad.
-Buenas noches vida mía - dije mientras besaba tu rostro en nuestra fotografía, la cual adornaba la mesita de noche de nuestra recámara.
Aún recuerdo el día en que la tomamos, salíamos del cine y veníamos caminando por el pasillo tomados de la mano cuando te dije:
-Quiero una foto contigo.
-¿Por qué? - Preguntas extrañado.
-Porque tenemos más de dos años de relación
y nadie lo sabe.
-¿Y quieres mostrarla a todo el mundo?
Esta vez el tono de tu voz sonó con un poco de molestia.
-No a todo el mundo, solo quiero tener un recuerdo tuyo, quiero tener algo a que aferrarme cuando debamos decir adiós, quiero despertar en las mañanas y recordar que logramos burlarnos del destino por algunas cuantas noches, quiero que al irme a dormir lo último que vea sea nuestra fotografía.
-No entiendo tu manía de preocuparte por el futuro, este es nuestro presente y estás tú y estoy yo, no necesitamos nada más.
Levanté la ceja contrariada.
-Bueno solo dime si o no.
Lanzaste un suspiro al viento, te quitaste los anteojos, apartaste algunos cabellos de mi rostro y mientras me sostenían tus brazos … tomaste la foto.
Esta misma fotografía que desde ese día, nos ha acompañado varias decenas de noches y todos sus días.
Un suspiro escapo de mi pecho al mismo tiempo que escondía mis manos en las largas mangas de la sudadera color azul con la que solía dormir - Todavía guarda tu aroma - pensaba mientras abrochaba el cordón del par de calcetas color gris con borlas en color rosa y tapé mi rostro bajo las cobijas de la cama pues odiaba la luz blanca de las farolas de la calle que se colaba por las rendijas del ventanal central de la recámara.
A los pocos minutos me quedé profundamente dormida.
-Que frío.- Entre abrí los ojos y sentí mis pies descalzos, así que moví las piernas buscando mis calcetas, esas calcetas que de repente recordé que no te gustaban tanto.
-Amor, no puedo creer que de verdad las uses para dormir, estamos en verano, ¡VERANO! te juro que no conozco a nadie tan friolento como tú.
Yo reía divertida y jugaba traviesa sobre tu torso desnudo con mis pies y ese par de calcetas grises con borlas en color rosa.
Mientras los recuerdos agolpaban mi mente y ésta me obligaba a salir de mi estado de sueño profundo, mis manos levantaban las cobijas y luego las sábanas pero, nada !Las calcetas no aparecían!.
-No entiendo estoy segura que me las puse y abroché perfectamente.
Mi mano izquierda busco el botón de encendido de la lámpara, el brillo me deslumbró un poco, conforme mi vista se iba aclarando pude centrar mi mirada hacia el costado izquierdo de la cama que solías usar tú y me llevé tremenda sorpresa.
El par de calcetas estaban colocadas a un costado de tu almohada, ambas lucían perfectamente dobladas, tal como solías hacerlo cuando me pedías que las guardara en el cajón de la mesita de noche.
Escuché tu voz decir:
-Vamos dame esas calcetas - en tanto yo perdía la batalla ante tu inminente guerra de cosquillas.
-¡Victoria! - gritabas mientras levantabas mis calcetas para posteriormente doblar una por la mitad, luego la siguiente y colocarlas una encima de la otra para finalmente dejarlas debajo de tu almohada.
-Tontito - te decía tiernamente al mismo tiempo que jugaba a despeinarte y tomaba otro par de calcetas.
-Mientras no sean estas calcetas, que de verdad no soporto, puedes usar las que quieras.
Una lágrima de emoción cubrió a ese par de calcetas el cual abrace con ternura a mi pecho.
-Gracias amor mío por no dejarme sola, han sido meses muy difíciles desde tu partida, pero sé que algún día estaremos de nuevo juntos. Mientras tanto, te prometo que mañana usaré nuevamente este par de calcetas grises con borlas en color rosa que tú tanto odias.