El machete paranormal

César, quien creía que aquello que le había sucedido era más real que las lonjas que salían de su pantalón de talle bajo, se llevó una sorpresa al encontrar risas a carcajadas en los jóvenes colegiales a quienes les contó su historia.

Serían algo así como las 6 de la tarde, poco más, poco menos, cuando se dirigía a la casa que le había heredado a su padre y en la que vivía hacía ya varios años. Como de costumbre, salió de su trabajo como vigilante diurno y llegaba a descansar a su casa. Fue cuestión de minutos cuando se dio cuenta de que algo no era normal. En algún lugar de la cocina rústica de su casa, que era medio casa, pero también medio finca, se escuchaba un sonido, como cuando un metal roza con algún tipo de piedra.

-Me cubro con la sangre de Cristo - dijo en voz alta, pero con sonido entrecortado, como cuando uno intenta hablar, pero no le sale.

El sonido, que se presentaba constate, pero con pequeños intervalos de tiempo, parecía venir de alguna parte oscura de la cocina, como en la zona de afuera del portón, en donde se encontraba el lavadero. Amilanado del susto, comenzó a recordar que su padre, de quien solo guardaba recuerdos amargos, solía afilar en ese mismo lugar su machete.

-Casi que se escucha igual que cuando papá llegaba borracho a afilarlo. Sí, sí… es idéntico- se dijo a sí mismo, mientras su mente se llenaba de fantásticos terrores asociados al retorno de entre los muertos de su progenitor.

Mientras tanto, en el afán de saber lo que sucedía, prendió la linterna de su viejo celular, aunque no era que alumbrase mucho. Preso ya del miedo, y los fantasmas que aterraban en su mente, con solo iluminar el espacio de la alberca, pudo ver a su padre en forma fantasmal afilar su machete de un lado a otro, con una mirada amenazante y sin gesticular palabra alguna. Rápidamente y con las manos temblorosas comenzó a grabar un vídeo.

César desde ese día no fue el mismo. Al llegar al colegio al otro día, decidió mostrar con asombro a los pequeños estudiantes el video de su experiencia. Los jóvenes, al ver la baja calidad del vídeo, y que solo se podía ver un lavadero vacío y sin nada en él, no vieron otra opción más que soltar carcajada de lo que contaba el pobre.

Lo cierto de esta historia, es que al final César, el vigilante de colegio, lo único que realmente debió escuchar fue el sonido de la olla que estaba bajo el agua y rozaba con la piedra del lavadero. Pero no, la soledad y cobardía producto de una crianza a gritos y muy católica, jamás lo hubiesen dejado escoger esa opción intrascendente. Mientras tanto, su mentecita no asimiló lo ocurrido, que sumado de las burlas de los estudiantes y las bromas, terminaron por enviarlo a un psiquiátrico.

Ahora, cada noche, el machete paranormal lo visita y se afila con el borde de la puerta de la habitación de la clínica, mientras que aún bajo el agua del lavadero, flota y roza con la piedra la olla del arroz que se le fue dentro de la alberca.

Fin.


Un pequeño relato a propósito de una interacción que tuve con una persona a la que atendí en mi trabajo. Hay días de historias que te cuentan las personas que ni tu mismo te las crees - esta es una adaptación exagerada, por supuesto-. Al final, la vida está llena de misterios y fantasmas donde nunca los hubo, pero que son tan reales para quien los vive que es mejor no minimizar su experiencia.

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