Un mandato me fue dado
navegar por aguas bravas
sorteando sus derivas
cual jenízaro entregado
a un duro timón atado.
Simulaba valentía
mis lágrimas reprimía
escondía mi flaqueza
con semblante de entereza
¿cuánto tiempo aguantaría?
Fue al llegar a mi destino
tras tantos años de viaje
ya sin apenas coraje
me vi igual que un peregrino
que había errado el camino.
Y al abandonar mi nave
las lágrimas que contuve
rodaron por fin liberadas
como prendas rescatadas
por la paz que nunca tuve.