El hombre de la tierra, la mujer del mar

Como Afrodita, nació de la espuma, brillando en la oscuridad. Se arrastró en medio de las olas, vadeó la resaca con las ondulaciones de una morena, y sus piernas fueron moldeadas por los rayos de la luna, los que también dieron forma y profundidad a sus enormes pupilas.
La arena pulió sus escamas, y dio color a su piel. El aire expandió su pecho, y en medio de un dolor de muerte, vomitó sal. Alzó la mirada, y sus ojos y la luna llena, fueron uno en un instante.
Su corazón se vació por completo. Aspiró hondo, exhaló; el ritual había comenzado.
Con sumo trabajo, se puso de pie, y se vistió con algas atrapadas en las rocas. Su cabello comenzó a secarse, y de él se desprendieron algas secas, y se entregó a la danza del viento.
Un golpe eléctrico estremeció su cuerpo, como si hubiese sido rodeada por anguilas fantasmales, y sintió como si un volcán hiciese erupción en sus entrañas.
Una sombra apareció entre las rocas.
―Llegaste…
Sus pensamientos se colmaron de él.
―Te ves bella, como cuando te encontré perdida bajo esta misma luna… en estas mismas rocas. El tiempo, mi amor. El tiempo pasa, no para ellas, ni para ti.
Y perdió sus manos entre su larga y espesa cabellera. Ella sonrió, e intentó fundirse con el hombre de lánguida estam­pa, en el momento en que un rayo perdido iluminó su avejentada figura. Titubeó. Con sus manos, recorrió las novedosas grietas que adornaban esa mirada profunda, aquella que atestiguara el ritual tan solo ayer, ahora cansada y serena.
―El tiempo es un misterio―remató con palabras de espuma―. Como tú.
Ella sintió desconcierto, extrañeza colmando su mente y entumeciendo su garganta.
―Sí, así es. Todos se han ido. Solo quedas tú: la última de tu especie.
Él sintió como un ancla posada sobre su pecho, se disolvía en su levedad como la sal en el agua. Cogió un puñado de arena con mucho trabajo; escurrió el agua, y quedó el reflejo de las estrellas.
―Así es el final: volvemos a la tierra, como tú vuelves al agua.
Su pecho se colmó de una emoción añeja, como cuando nació su primer hijo, pero se contrajo con el recuerdo de su partida, y la de su compañera.
Perdió su mirada en lontananza, donde sombras puntiagudas manchaban el horizonte confundido con lejanas montañas, y justo en medio, luces de colores titilaban al son de ecos de alegría y esperanza. Sintió la brisa entumecer sus orejas; escuchó el susurro de las olas yendo y viniendo… Noche, océano y arena húmeda. Aspiró el delicioso aire salino entibiado por el calor de la fiesta que lo llamaba por su nombre: una promesa, una segunda oportunidad, una mujer asediada por los mismos inviernos, que también decidió vivir un amor de verdad.
―Quería verte una vez más, solo una vez más…
Ahora fue su cuerpo el atacado por descargas eléctricas que revitalizaron sus recuerdos, empaparon su corazón de ese amor extraño que cambió su vida temprana, con el abrazo tibio de aquella sombra marina, convertida en mujer por un hechizo inacabado de algún dios extinto.
―Adonde voy, no puedo llevarte, mi amor…
Su pecho acusó el golpe. Desconcierto y rabia quisieron enturbiar su mente; luego, la pena profunda dio paso a la resignación. No quiso perderse en su mirada de magia blanca. Quiso llorar, pero ella lo hizo primero. Posó sus dedos con suavidad sobre sus labios carnosos y fríos como el fondo de la bahía, y selló el encuentro con un beso en su frente.
Extrajo un frasco del bolsillo. Cogió dos pastillas, y desaparecieron con un sorbo de agua embotellada dentro de su garganta. Al cabo de un instante, atrapada por la mirada de luna, atestiguó su eclipse, su transformación, de hombre, a espuma atrapada en la arena.
La muchacha se quedó un instante, observando la lenta desaparición de la espuma iluminada por la luna. Sintió la brisa entumecer sus orejas; escuchó el susurro de las olas yendo y viniendo… Noche, océano, arena húmeda, soledad.
El ritual estaba completo: su adolescencia moría junto con su fantasía. Las escamas volvieron, las piernas se fundieron con el beso de las primeras olas. Aspiró, por última vez, el delicioso aire salino, y se sumergió en las aguas entibiadas por el calor de la fiesta que la llamaba por su nombre. Y nadó, al encuentro de su destino, un tritón asediado por incontables lunas.

(del libro de relatos fantásticos y de ciencia ficción: Magia Blanca, Ciencia Negra, del mismo autor)

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Me ha encantado ! :heart_eyes:

Me alegro que le haya gustado :slight_smile:

Le agradezco mucho por su gentileza :slight_smile:

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Sublime belleza envuelve en espuma de plata estas exquisitas letras!
Un gusto leerte, @J.F.Benjamin!
Saludos cariñosos y poéticos!!

Me alegro!

Muchas gracias :slight_smile:

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