La rubia e inhóspita arena
y un oasis clavado
entre dunas de hormigón.
No somos pocos ni tantos,
ni siquiera demasiados,
impulsivos, asequibles, adiestrados,
indefinidos…
no importa el como, el cuando ni el porqué,
¿y si algo nuevo acontece?.. lo aceptamos
y nos lo hacemos preceptivo.
Un oasis resucita en la mañana,
palmera, roca y manantial,
sol punzante en la cabeza,
la serpiente serpentea entre la arena,
en la frontera espejismos de cristal.
Asumimos un desierto en espacio planetario
donde nacemos, donde pervivimos,
donde nos amansamos
y más tarde nos hacemos furtivos.
Pasamos del instante a la eternidad
sumidos en la duda, la sospecha
y el recelo
entre el crecepelo y la cabeza rapada,
con la ignorancia heredada o adquirida
a flor de piel.
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Grandes sentencias y declaraciones contundentes dentro del rítmico discurso, es un gran poema, lo Aplaudo con entusiasmo.
P.D. Voltaire, sostenía que la ignorancia es un tesoro, porque conduce a la felicidad.
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Que buen poema. Muy interesante. Me sumo a las palabras de nuestro gran Ludico, a saber: Muy atractiva y cierta propuesta, amigo J.
Muchas gracias Domingo por tu generosa opinión…
Un fuerte abrazo compañero 

Un honor contar con sus atención poeta.
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Magnífico y reflexivo poema! Este fragmento me gustó sobre todo, cada uno tiene su desierto como hábitat…
Un abrazo, Xavier!
Gracias Maria… cada uno tenemos nuestro desierto y en definitiva la sociedad lo es… como un rebaño que sobrevive como puede o como le dejan a veces.
Que tengas un buen sábado y un fuerte abrazo 

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Me encanta el contenido de estos versos en concreto, aunque todo el poema me parece una genialidad.
Bravo, compañero.
Vivimos entre oasis y desiertos. Me gustó mucho, mucho. Saludos.