Mi existencia
—hasta ese instante—
breve de sueños,
de acostumbrados derroteros
y de rondar la orilla oscura,
repetirá por siempre,
su inolvidable maravilla.
Era mestiza.
Hija de un moro y una cautiva.
De temperamento audaz.
La noche habitaba en su cabello,
con esa belleza inasible y serena
que deshilvana metáforas
de un solo golpe.
Su carne morena
y vulnerable
jamás fue vasija
para ninguna semilla.
¡Como a las gacelas de la Meca,
cazarla estaba prohibido!
Desde los arcos del jardín,
tras la tenue cortina de agua,
rodeada de aquella profusión
absurda de flores,
la escuché,
esa vez y aún más…
Versada en poesía,
su voz prolongada
y ronca,
de enigmáticos silencios,
hacía desear conservarla
a toda costa.
De su piel emanaba
una agradable tibieza
y de sus ojos verdes
tormentas estremecidas,
que invitaban a estrenar
victorias inconfesables.
Su nombre era Laylâ
La amé…
Con un amor
enteramente puro
y de dulces tesituras.
En mi oscuridad
(olvidada tal vez, pero encendida)
ella, todavía,
dice
y canta…
precioso cuento @giocondaburgos, con todos los elementos que pueden no gustar por el costumbrismo de antaño y con el toque realista que envolvía a la “princesa mora”. Felicidades poetiza. Abrazos cariñosos
De pronto volé en mi alfombra mágica para contemplar desde lo alto a esta mística princesa mora.
Mestiza, morena, bella, cabello azabache y ojos verdes. Cubierto su rostro con el hiyab poético.
Románticos y encantador tu cuento!
Abrazos cariñosos, Gioconda!
Wow Gioconda
Qué forma tan elegantemente hermosa tienes de describir a esa princesa mora y su belleza exótica.
Lo succionas a uno hacia tu mundo de encanto mágico, con sus metáforas hechiceras y quiere uno quedarse allí, flotando entre un verso y el otro… Más que la belleza de la princesa, la belleza de tu pluma de miel, que manera de escribir poesía.