El cuadro

“De cerca puedo sentir la textura del trigo, lo áspero y rústico de su espiga y color, lo complejo de sus formas. Ya distante y alejado solo puedo distinguir una forma, y su febril y estridente amarillo”.

Un gato camina frotándose y contoneándose suavemente sobre una pared.

Podríamos decir que lo propio del animal, es lo próximo y táctil. Su relación cercana con la materia. Es por eso que el hombre hasta tanto no se hace bípedo no adquiere la capacidad para abrirse al campo de lo visual y de su lejanía.

Es en este sentido y a partir de esa relación, de esa tensión entre lo liso y lo estriado, que va surgiendo lo que llamamos, perspectiva o traza, y en dónde algo se abre… y de allí su poderosa relación con la angustia y las agorafobias.

Esta relación entre lo táctil y lo visual nos abre a la experiencia interior por un lado y a lo exterior o lo que podríamos llamar su reverso, a lo desiderativo propio del ex -istir que se hace patente en la frase: “un cuadro se hace de cerca, aunque se vea de lejos”.

¿Podemos acaso apreciar, valorar, hacer juicio, sin foco y sin distancia?

Y así, todo tiempo es puesto en juego entre lo estriado y lo liso, entre lo táctil de lo próximo y lo visual de lo lejano.

La lejanía es la falta del punto de apoyo que sí permite lo próximo. Así lo próximo, lo cercano no puede angustiar, porque para decirlo sencillamente, no puede prometer nada, ya que es una experiencia vivencial que ofrece apoyatura en el instante vivido, un puro presente junto a la cosa. En cambio, erguirse y mirar a la lejanía siempre es una distancia del mundo en la que puestos en riesgo, nos lanzamos de un modo u otro a nuevas e infinitas perspectivas mediante una lontananza, una nostalgia, una meditación, que nos mueve o tiene el poder gravitatorio o traslativo de llevarnos a otro tiempo. El hombre se enfrenta por primera vez a la idea de futuro, que implica un traslado entre finitud e infinitud, entre pasado y futuro. El hombre mira, y al mirar… su ojo se transforma en traza, en bala de cañón, en instrumento de medición que viaja hasta el cielo y sus astros siempre circulares, esféricos, profundos y celestes. Del mismo modo un escritor transporta su memoria de corto a largo plazo cuando imprime sobre el papel.

Worringer cree que la línea abstracta aparece en principio bajo la forma imperial egipcia, geométrica o cristalina.

En rigor esto se aproxima a decir, que la línea abstracta es de lo más antigua, se hace a traza de un dios geométrico, en tanto perfecta y brota de un conocimiento intuitivo, perfecto y natural, y hace foco en el cristalino del Ojo más puro.

Es sabido que los egipcios construían grandes columnas en sus templos sin ninguna finalidad de sostén a la edificación. Esas grandes columnas sólo cumplían la función de dar al ojo desamparado garantías de apoyo.

Ese desamparo del ojo, esa angustia, esa agorafobia que produce el salir al exterior no es más que la ausencia de un punto de apoyo que de sentido a la experiencia de vivir, a la existencia toda. Pues la lejanía produce vértigo en su infinidad de perspectivas y posibilidades, abismándonos una y otra vez… a lo desconocido.

Pero ¿qué se ha querido decir con que el arte ha comenzado por el arte abstracto?

Que la máquina abstracta siempre ha estado ahí, esperando a ser usada, a hacer línea, traza…

¿Y por qué abstracta? Porque la geometría ofrece punto de apoyo, y al hacerlo funciona, es pura idea y abre a infinitas perspectivas, pues en ella no hallamos nada en concreto. Y en este sentido, es una pura máquina de abrir hasta el infinito que gira y gira sobre su propia acción libre y en todo es musical y a-significante. De ahí su carácter explosivo, impulsivo y desiderativo, pues ella como es, no ha hecho más que expandirse.

O quizás el arte siempre ha estado ahí… cerca nuestro y al alcance de nuestras manos. Pero sólo ha de emerger en la medida que es capaz de trazar una perspectiva y de lanzarse conforme a una acción -que no nos cansaremos de decirlo, siempre es, una acción libre- que comienza y sólo se va logrando alcanzar en esta relación que traza perspectiva, línea abstracta, siempre entre lo lejano y lo próximo, entre lo táctil y lo visual, y en alguna medida entre lo abstracto y lo concreto hasta llegar a ese punto en que algo estalla, ya excedido y mediado por sus fuerzas…

En donde el objeto, lo concreto, pasa a ser un puro estorbo y en el cuadro desaparece todo lo que pueda entenderse como materia significante para abrirnos o dar lugar a la fuerza y emoción que provoca la aparición de un dios geométrico qué todo lo transforma a su imagen y semejanza, puras e infinitas líneas (perspectivas) abstractas o ideales pero ya no mediadas por la razón, pues no hemos de encontrar objetos, solo música, color, intensidad y cuerpo, algo así como una suave y ligera alegría que contagia. Una suave y ondulante brisa que es destello en amarillo y, en que ya movidos por el amor, se torna en brizna de hierba, entre lo infinito del triángulo verde y del círculo azul, algo así… como una testaruda lógica geométrica de la más imperceptible creación.

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Desde mi lectura nos traes un magnífico relato que parece explorar la relación entre lo táctil y lo visual, lo cercano y lo lejano.

Letras que párrafo a párrafo parecen invitarnos a reflexionar sobre cómo la percepción transforma la experiencia y el arte.

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Tienes un oído excelente cuando lees. Se agradecen tus reflexiones y sensaciones​:heartbeat::heartbeat::heartbeat::heartbeat::heartbeat::rainbow:saludos, Cari

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apabullante relato que te sumerge​:clap::clap::clap: en la reflexion
Muy bueno. Me ha gustado

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Gracias Pippo​:heartbeat: lo de apabullante es inmenso, agradezco tu lectura y afectividad puesta en ella. Saludos, Cari​:herb::rainbow::heartbeat:

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