El criado de Bagdad (versión en romance)

Érase una vez, amigos,
en la ciudad de Bagdad,
un criado¹ muy criado,
y un rico como un sultán,
era de mañana, era,
cuando el sol sale a danzar,
cuando las muchachas cantan,
cuando llora algún galán.
Al mercado fue el sirviente,
donde la Muerte hallará;
que al mercado fue la Muerte,
la que ríe… sin maldad.
—¿Por qué, Muerte, me amenazas,
tú que dicen que eres paz?
¿Por qué me amenazas, Muerte,
por qué me has de amenazar…?
Y en lo que el criado corre,
la Muerte se ríe más…
—A comprar venía yo,
que debía de tomar
—antes de llegar mañana—
caballo para Ispahán…
Al sultán pidió un caballo
el criado de Bagdad,
al sultán lloraba amargo,
y al sultán rogó bondad…
y una vez que se apiadó,
no dejó de cabalgar
entre dunas y entre fieras,
hasta ver nueva ciudad.
A la tarde fue al mercado,
a la tarde, el buen sultán,
y al topar la muerte negra,
no dudó de preguntar.
—¿Por qué lo amenazas, Muerte,
por qué lo has de amenazar?
Al criado más buen niño,
a la rosa del rosal,
¿por qué, Muerte, lo amenazas,
si no es hora de marchar?
—Amenaza no era, no,
lo que sorpresa era más.
Lo que a mí me sorprendía
era verlo aquí, en Bagdad,
cuando ya está la hora escrita…
esta noche en Ispahán.

  1. Diéresis constante.
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