A veces ocurre:
el amor que amas
deja de estar ahí.
Roto sobre las sombras,
descubro que la madrugada
es mi única coraza.
No hay rencor,
porque no hay nada peor
que nadar en ríos de veneno.
De noche se me forman
grietas en la espalda,
no consigo arrancarme
el peso de la garganta,
y la que ayer fue mi casa
hoy es una lluvia enjaulada.
No tengo dónde huir,
estoy ahí abajo,
-debajo del punzón-,
donde puedo estar solo,
-incluso más abajo-,
incrustado en el fondo,
-aún más abajo-,
anocheciendo
entre cristales rotos.
Pero mi daño es algo
que solo elijo yo,
y no voy a permitir
que la oscuridad oculte
lo único que es cierto:
la arena, -cuando se pisa,-
se convierte en camino,
y cuanto más lejos estás, amor,
más cerca estoy de mí mismo.
