Aún recuerdo aquellos crueles años del colegio. Los compañeros que se ofrecían voluntarios para ser delegados de clase, los más desfavorecidos, eran el destino de las burlas y ser las víctimas de los hurtos del bocadillo. Estos se salvaban y eran reconocidos solo el día de su cumpleaños, en el que se libraban gracias a los caramelos que traían ese día. Para poder jugar al balón en el patio debían ser los dueños del balón y solo en ese caso se les permitía participar en el partido, siendo por supuesto los porteros.
Tengo una teoría, todos aquellos inadaptados hoy deberán ser en su mayoría hinchas del Atlético de Madrid.
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