El cierzo desearía ser, feliz,
y acariciar fugaz la raza hermosa.
Ser la zarza… y la herida temblorosa
besar feroz e impuro en mi desliz.
Cercar… con mi saliva… tu tapiz
del alabastro y encendida rosa;
y encerrarte, mujer, en la graciosa
cárcel de algún susurro… en tu cerviz.
Ser el río… y traer la lozanía
de tus miembros atados para amarte.
¡Para adorarte, amor… para quererte!
Y después, para ser por siempre mía;
tierra querría ser… para robarte
y derrotar, celoso, hasta la muerte.