Cae la tarde a plomo sobre sus hombros.
En el bulevar las mimosas tejen una alfombra de brocado dorado.
Se sienta en su banco de siempre y las flores, agitadas por la brisa, se arremolinan a sus pies, en un baile mágico.
Hace mucho que no se deja llevar por la música del viento.
Sola, en ese banco que fue el de ambos, los recuerdos se agolpan, laceran su mente, y el corazón acepta su destino, ya tan próximo.
Hay flores que no saben vivir lejos de su ramo.
Y ella, sin él, se deshoja.
Dorada alfombra. Danza eolia invernal de flor marchita.
Precioso Haibun cargado de tanta melancolía romántica.
Hace mucho que no se deja llevar por la música del viento.
Sola, en ese banco que fue el de ambos, los recuerdos se agolpan, laceran su mente, y el corazón acepta su destino, ya tan próximo.
Hay flores que no saben vivir lejos de su ramo. Y ella, sin él, se deshoja.
Una poesía construida a base de lirismo y belleza. Se siente la vida como un recuerdo de la primavera, donde floreció el amor, que surco el estío y el calor del verano, ahora desde el otoño que vive la protagonista en melancólica soledad, se siente la presencia de ese invierno que sin duda acabará por destruir esa flor, que ya se vislumbra marchita. La soledad de la flor es el inicio de su destrucción. El poema es bellísimo y la poeta tiene sin duda el don de la sensibilidad y la calidez poética de un alma soñadora. Un saludo, Walla.
Realmente es un texto en prosa, Pedro.
El haibun tradicional japonés consiste en eso: un pequeño texto en prosa rematado con un hokku.
Muy bonito análisis el que has hecho.
Y sí, pese a todo, soy un alma soñadora
Muchísimas gracias y un abrazo
No parpadees Walla, no parpadees… que la vida no se detiene hasta que lo hace y todo es poetizable. Tú eres el ramo sin marchitar! Tus letras, los finos tallos de un dulce palpitar. Me emocioné a más no poder (apuesto a que aquí nadie debe sufrir de ojo seco). Abrazo con aroma a alma y jazmín.