El amor es como una derivada: produce un valor, pero también “mide la rapidez con que se produce el cambio de una magnitud o situación.” (*) Me he dado cuenta de que los primeros meses de uno estar enamorado se sienten como los caballos que llevan las carretas con la vista cegada hacia los lados. Muchas veces no estoy segura de lo que estoy viendo. ¿Percibo la verdad o una ilusión? A pesar de que por más años adquiero experiencia en la vida, me he dado cuenta de que hay una constante que nunca cambia: el valor que produce el amor solo se sostiene si ya lo llevas dentro de ti. El nivel de amor que uno le puede dar a otra persona siempre va a hacer tan profundo como el que tenemos por dentro. Por otro lado, nunca había sentido ser victimizada por otra persona, especialmente desde una pareja. Entonces ahí me doy cuenta de que yo jugaba el papel del caballo empujando la carreta mientras mi pareja era el cochero. Tuve que tomar la decisión que me salvara la salud mental. Muchas veces, me siento culpable por tener que escoger lo mejor para mi salud, sobre lo mejor para los demás, pero al final, soy la que tiene que escuchar los pensamientos obsesivos de confusión y anarquía. Nunca pensé que iba a tener que vivir con pensamientos de inseguridad que pensé que ya había superado con muchos años de meditación y reflexión interna. Pero esta vez, le dije a mi ego: libérate, defiéndete, y así hice. Hoy me doy cuenta de que ese amor interno fue lo que me salvó de caerme por un hoyo negro. Ese amor interno fue lo último que me dejó saber de que esto no era una situación ideal para mi. También me recordó que esa luz que llevo en el aura que siempre conllevo al diario estaba tratando de ser opacada y no lucía como antes. Una noche, hice una reflexión y hablé con mis tres ángeles guardianes en reunión y esto fue lo que me dijeron:
“Una luz que brilla en el horizonte es atractiva pero también ciega.”
Y de ahí me di cuenta de que mi luz nunca se había apagado.