Quizás con tino, el cuerpo se endurezca
y con razón esconda el sufrimiento,
que hasta evite juzgar el pensamiento
creyéndose tan fuerte que enloquezca.
Pero tampoco estimo se merezca
mi osamenta ningún otro argumento,
para simplificar el descontento
que a golpes y porrazos no envejezca.
Ni es para mi ilusión una delicia
humillarme de forma permanente
aunque pruebe remedios indistintos,
pues mi orgullo carece de malicia
al mostrar los secretos de la mente
dándole rienda suelta a los instintos.