A Neruda, el poeta.
Veinte poemas de amor…
Dejaste volar tus versos
sobre el espíritu de la mujer
recorriendo el universo
entero de su cuerpo;
y la sensualidad brotó,
desde la belleza sublime,
haciendo correr la sangre del amor
desde las entrañas de la tierra.
Y las manos
─que otrora laboraron
para separar el mantillo de la greda─
acariciaron incansables
aquella superficie sumisa
y perfecta ─de laderas y colinas─
transitando ese camino
con meditada sutileza.
Cerrados los ojos a la pasión,
se impregnaron, de ti, sus ansias
saciando el deseo carnal
que se esconde tras la hierba;
sembrando tras de sí
la simiente de tu raza,
el fruto de tu cosecha.
A Pablo, el hombre.
…Y una canción desesperada
Y el fruto se llamó Malva,
siendo la niña de tus ojos
hasta que tus ojos se abrieron
al pecado de su alma;
su dolencia se clavó en tu pecho
como si de una flecha se tratara,
y se desangró tu gozo de golpe
abriéndose la puerta a la distancia.
¡Qué poco duró la dicha
para Maruca y su pequeña!
Abandonadas a su suerte,
sin casa y sin tutela.
Nunca atendiste sus penas,
ni quisiste saber de ellas,
ni contestaste a sus cartas
cuando suplicaron clemencia,
ni tan siquiera una lágrima
cuando, a los ocho años,
le llegó la muerte,
sin sorpresa.
¡La pobre Malva,
en vida, ya estaba muerta!
Porque nunca tuvo a un padre
que hablara de su niña,
que jugara con ella,
que gozara sus alegrías,
que calmara sus temores,
que abrazara su cuerpecito
en las noches en vela,
ni que, cuando finaron sus días,
llorara en sus exequias.
¿Acaso el amor que dibujaban tus versos
fue algo más que un poema?
FOTO: latercera.com-culto-2018/02/21 malva