Drunk elephant

A la salida de la conferencia,
dijeron, tomemos tapas y cañas,
probemos el jamón fuera de España,
y allí hicimos presencia.

Tanta croqueta en Perth quien lo diría,
brillaban como perlas en la cuenta.
Juan, tengo la barriga que revienta,
de tanta estrella y sangría.

Conozco un sitio, me dijo el muchacho,
para fumar una buena cachimba.
Vayámonos a continuar con la timba,
al elefante borracho.

Jesse fumaba como un carretero,
y yo a la cama la prefiero lejos,
pusimos rumbo faltos de reflejos,
no pusimos ningún pero.

Las bombillas restantes del cartel,
iluminaban más que las farolas,
cómo esperaba, no esperamos colas,
ni había mesas con mantel.

Un grupo de aborígenes gigantes,
que tras su turno y tras cuarenta pintas,
simbolizaban muy de buena tinta,
a borrachos elefantes.

Llegaron dos negras voluminosas,
con mucha curva y con muy poca ropa,
borrachín en proa y fumeta en popa,
y un tipo que vendía rosas.

Tras segundos de incómodo suspense,
nos acercamos despacio a la barra.
Esquivando el cristal de alguna jarra,
iba Jesse el canadiense.

¿De que sabor queréis chicos la sisha?
Ella preguntó con una sonrisa,
estoy sola en esta jungla, precisa,
y aquí todo va deprisa.

Al dejar las cervezas en la mesa,
barritaron elefantes borrachos,
algunos intentaron pillar cacho,
tragaba vodka la gruesa.

Al llegar la manzana con manzana,
más cristales brotaron en el suelo,
se disculpaba el más grande con duelo,
perdón, yo lo limpio hermana.

Rompe más cristales, rompe la escoba,
barrita otro muy alto con su trompa,
y Jesse imperturbable hacia una pompa,
y otro aúlla por la loba.

Advierte la pequeña camarera,
con llamadas ante el caos del rebaño,
supusieron que todo era un engaño,
y continuaron con la feria.

Pronto el miedo les recorrió las venas,
y las bestias se fueron poco a poco,
gravitan alrededor de los focos,
hasta escuchar las sirenas.

Aún escucho sus barritos de macho,
aún recuerdo sus tremebundas trompas,
y no existe un alma al que no corrompa,
el elefante borracho.

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