Dos rios

Aguas de un rio en calma,
la brisa juega entre las hojas y las cerezas.
Desde la montaña,
el caudal se desborda hacia la orilla,
sin amarras, sin dueño.

Nada ata su flujo,
ni las piedras en las cascadas.
Un pez se refugia en la calma,
como el amor busca el mar.
Las orillas, aunque libres,
evitan desbordarse.

Un zorzal en el cerezo,
agita sus alas, murmura:
“No ates al viento,
no cierres tus ojos,
deja que el amor fluya,
se nutre del cielo abierto.”
El consentimiento abre las jaulas
así el amor encuentra el vuelo,
así los pasos recorren senderos libres,
y en una tierra liquida, su habitación.

A veces, dos ríos buscan el mar,
y el agua de uno inunda
las orillas,
ahogando la voz y el cauce natural.
El alma invadida se ahoga,
se hunde en lo que no pidió.

No ates el viento ni el agua,
el consentimiento no es promesa,
solo busca ser libre,
solo busca los astros.

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