I
¿Alguna vez escuchaste la música de la soledad,
la canción del pájaro invisible,
la quietud de un lago donde todo pasa?
Algo se mueve.
Algo se acerca.
Algo muere.
La soledad está llena de cosas
que alguna vez sonrieron.
Camino sobre cadáveres.
Un caminante pasa.
Me observa.
Muere.
Mujer que estas lejos,
escucha estas palabras
que me salen con sombras.
Si estuvieras aquí,
te olvidaría de repente.
Quédate lejos,
para amarte toda
mi absurda vida.
Sólo el silencio.
Sólo la noche en plena tarde.
Sólo el humo que te dibuja.
Un ángel pasa.
Lo observo.
Muero.
II
¡Oh noche!
Palacio de los solitarios.
Cueva del náufrago.
Fruta oscura del taciturno.
Una bocina a lo lejos
me dice que estoy solo.
Y en lo alto la luna,
esa otra reina,
obliga a este vasallo a contemplarla
sin más recompensa que la melancolía.
La noche es el hogar de los iluminados
y el infierno de los cobardes.
Mi Fe descalza caminó en tu rumbo.
Alguna vez lancé mis flechas de humo
hacia tu corazón siempre escondido.
Vuelo de gorrión muerto.
Canción de cuna.
¡Oh noche!
Nido de ángeles.
Tus senderos callan los pasos.
Destinada a morir
por el sol de los mediocres.
Envuelto en lágrimas cierro la puerta.
III
¿Será que mi destino sea este sendero
lleno de copas rotas?
Al otro lado del río de los infieles
existe un gran panal.
La mentira tiene manos de obrera
y delirios de reina.
Al oriente del río se vislumbra un valle,
lleno de tréboles escarchados,
por las lágrimas de los que sufrimos.
Quise salvarme.
Vi la montaña.
Pinté con mi sangre
las punzantes lágrimas de cristal.
Sufrí el olvido.
Y más que eso, sufrí el recuerdo.
Lloré por mí.
Una estrella se enciende.
Me habla.
Una estrella se apaga.
Comprendo que soy eterno.
Comienzo a escalar
y al llegar a la cima
hay una cruz,
y una lápida con mi nombre.
Poema escrito en colaboración con el poeta Riolita.