Me sienta bien tu distancia,
el silencio que siembra tu invierno.
La voz callada de lo ausente
cobra sentido
en el susurro del viento.
Nunca estuviste cerca
pero me sienta bien tu distancia,
es cuando entiendo al eco y sus caricias,
la bondad de la mañana sobre las calles solitarias
la intensidad con que me digo las plegarias,
y los miedos se diluyen
sobre un mar abrazando
las costas que lo impugnan.
Podemos medir lo que nos falta
a partir del recorrido,
entre más distantes más próximos,
atrapados en el asombro de una guitarra
que se desangra en arpegios
y deja su estela de olvidos
sobre aquella música
que nunca supiste escuchar
cuando existíamos
y entonces la distancia
nos acercaba.