Si a disfrutar me niego yo del sueño
para fortalecer mi libertad,
¿cómo no mantener cierta piedad
con quien tan a menudo fue mi dueño?
Pues no existe prodigio tan pequeño
que deje de minar mi voluntad,
si al lograr absorber la autoridad
lo hace con sutiliza y gran empeño.
Por eso si en el cuello va y me aprieta
llevándome a vivir preocupado
mostrarme no quisiera quisquilloso,
por llevar en la boca la receta
que me evite sentir avergonzado
y de paso un astuto caprichoso.