Las hojas de los sauces llorones
se marcharon con sus llantos,
nos dejaron un manto blanco
y un paisaje lleno de soledad.
Aunque me siento perdido,
me sigue pareciendo agradable
la compañía de la tristeza
que me hurga por dentro.
Los flagelos de tu ausencia
son como tentáculos largos
que acarician un corazón roto,
de un capitán venido a menos.
La añoranza corroe mis venas
y no soy capaz de encontrar
ese antídoto milagroso
que pueda curarme de ti.
Hace tiempo que muero,
de eso tengo la certeza,
el amor me destroza por dentro
convirtiéndome en despojos.
Floto a la deriva en un río
que pierde toda su alegría
en una inhóspita ladera
que me aleja del mundo.
Sufro el desdén de los mirlos,
aunque me acompañan
unos cuervos agoreros
que visten de negro por mí.
Quisiera llegar a viejo a tu lado
pero la poesía me destruye,
me troca en cadáver descompuesto
que busca alcanzar la gloria.
Tu perfume es el de los jazmines,
te evoco cuando oigo al ruiseñor,
siento tu piel cuando toco la hierba
y si miro el cielo te veo titilar.
No sé que tiene la nostalgia
que me invade y me hace sufrir
pero debo ser masoquista,
pues gozo con tu recuerdo.
Cuando las grullas emigran al sur
siento el dolor por lo perdido,
quisiera seguir siendo el marinero
que lleva tu barca mar adentro.
Bogar juntos a ese barbecho
donde día a día crece la ilusión,
donde la luz tiene un brillo especial,
donde la brisa nos acaricia desnudos.
En la carencia de la compañía
se tejen los mejores sueños
por eso la viuda negra
acaba devorando a su amante.
Sé que he de morir en soledad,
en la contemplación infame
de tu rostro en la distancia,
sabiéndote inalcanzable.
Eres la más hermosa luna,
llena de luz y de misterio
y yo el lobo más triste y gris
de todos los que te adoran.