Diario de la colina de la desolación

23 DE AGOSTO 2035

Iba ascendiendo por el camino, siempre asediado por las extrañas figuras de aspecto humano que acechaban desde la densa vegetación circundante. Solo el sonido áspero de su respiración resonaba, al borde del precipicio, junto al viejo depósito de agua, en el lento atardecer del fin del mundo

25 DE AGOSTO 2035

Llevaba dos días oyendo un griterío demoníaco, unas ráfagas de ametralladora, seguidas de voces guturales mascullando viejas palabras ya olvidadas… y despertó, sobresaltado, con el recuerdo del extraño sueño, de las morbosas visiones que se sucedían en aquella misteriosa nave sumergida en el océano primordial. Criaturas invocadas en las más aberrantes ceremonias, rindiendo pleitesía a dioses iracundos y temibles. Lo más terrible de esa pesadilla era la visión del libro, encuadernado en una extraña piel, húmedo al tacto, que daba la inquietante sensación de estar conteniendo el aliento:

LIBER DEORUM TERRORIS

“Magnae res evenient; tubae nebulae et procellae lapidis et ignis; lava ignea alis volucrum ardebit; musica cessabit et silentium totam terram operiet. Homo serviet Iznayán et aliis diis impiis. Oculi tui videbunt horrorem terrae ambulantes”.

(LIBRO DE LOS DIOSES DEL ESPANTO

“Grandes sucesos ocurrirán; trompetas de niebla y tormentas de piedra y fueдо; la música cesará y el silencio cubrirá toda la tierra. El hombre será esclavo de Iznayán y los demás dioses. Sus ojos verán el espanto caminando por la tierra.”)

29 DE AGOSTO 2035

Llegó a una laguna y recordó, con nostalgia, que estuvo allí cazando patos, en otra vida. Solo el silencio y un frío penetrante salieron a recibirle cuando llegó al embarcadero. Miró en derredor, con la sensación, latente, de estar siendo observado; y se adentró, rápidamente, en el bosque.

En un claro, en lo más profundo de la arboleda, había una casa: una vieja mansión del siglo XIX, sin puertas ni ventanas, ennegrecida por los incendios, situada en lo alto de un promontorio desde donde se divisaban los destrozados jardines y la verde espesura.

Sin más dilación, se aventuró en la densa oscuridad de la casa. De pronto, un ruido le sorprendió, precisamente por el hecho de su cotidianidad, el sonido metálico de un reloj. Algo cambió en la atmósfera de la casa; de una manera sutil, la temperatura comenzó a subir como en los tórridos veranos de antaño y el tic-tac del reloj se fue acelerando hasta el paroxismo. Un miedo atávico, un terror innombrable sacudió sus entrañas al oír aquella voz, apenas humana, que iba recitando unas extrañas letanías en una lengua no apta para el aparato fonador del ser humano.

30 DE AGOSTO 2035

Le despertó un viento helado que zarandeaba las polvorientas cortinas y desordenaba los restos podridos depositados en la estancia. El desmayo, providencial, le había salvado la vida. La tenue luz, casi moribunda, permitía adivinar la sala, completamente destrozada, y el altar donde aún quedaban restos del Ritual de la noche anterior. Adivinar qué clase de sacrificio se había consumado en ese altar desafiaba cualquier lógica, no solo por la estructura del entramado donde aún se adivinaba una piel escamosa y moteada, si no por las proporciones del armazón de madera totalmente ajenas a cualquier parámetro del mundo civilizado.

Ya fuera de la casa, lejos de la impiedad del holocausto, continuó la marcha a un lugar más seguro, donde las fuerzas sobrenaturales que dominaban el caos tras el apocalipsis, no fueran tan intensos como en aquella comarca. Su intención era dirigirse hacia la colina de la Desolación

31 DE AGOSTO 2035

Una cabaña destrozada, con el techo hundido, mostraba su quemado esqueleto. La ausencia de pájaros, el ominoso silencio, daban un amargo contrapunto. La cumbre de la Desolación sus extraños altares y la neblina que cubría, incluso en el mas luminoso dia de verano, parecía darle la bienvenida, acechante.

2 DE SEPTIEMBRE 2035

El reloj de la torre, parado en la misma hora desde hacía treinta años, era lo único que destacaba en la plaza, flanqueada por humeantes ruinas. Y, de pronto, un graznido siniestro se escuchó en la colina de la Desolación. Le recorrió un escalofrío y recordó los extraños pájaros que se divisaban en la cima de la montaña, en la víspera de la festividad de la Candelaria…

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Olé, muy buenos esos ecos lovecraftianos! Dejas con ganas de leer más :wink:

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Muchas gracias. Habrá más fragmentos de este diario en breve. Un saludo.