Tal y como te aproximas
voy midiendo tus pasos.
Pisadas huecas y húmedas
que duelen y estrechan el camino.
Tu sombra se alarga en la penumbra
arrastrando voces oxidadas
que quedaron prendidas al recuerdo
y chirrían con el empuje del viento.
Son avisos solitarios
de que tu presencia no es tan lejana,
sino posible, autentica,
detectable.
Y llegan las ansias del olvido,
los gritos que claman justicia.
Justicia terrenal,
no eterna.
Esa que me lleva de nuevo a tu sombra,
a tu imagen prehistórica
a la llamada funesta,
a la tristeza sin sentido.
Pero después de eso estás tú,
y tú, y tú…
y vuestra mirada sonriente,
y vuestra demanda,
vuestra necesidad urgente.
Los ecos se vuelven lejanos,
atónitos, innecesarios,
innecesarios…
Y el escenario se amplía,
se doblega ante tanto calor,
ante tanta energía.
Irrumpen en tromba los proyectos,
los deberes, los besos,
los éxitos, los recreos,
las meriendas,
los juegos amorosos…
Y el escenario se eleva,
vibra, se sacude,
se esmera.
Los ecos desaparecen.
Fueron solo reflejos
de una alucinación pasajera,
efímera, torpe
e inservible.