Vieron algo los míos en sus ojos
arder en el fuego de los rastrojos.
Vió las formas del humo de la suerte
asaltando los castillos del norte.
Sembrado campo de malvas el monte
alcanzándole el mismo horizonte,
no descansa la sedienta envainada
y empuja y empuja, sangre versada,
y su rastro está lleno de despojos.
Su destino marcado por la muerte,
su sino será convertirse en nada.