Hoy, debo irme. Cruje el silencio. Es sangre de mi sangre y brotó de mi vientre. Y este miedo que asoma al despedirme de ella. Voy buscando la calma, tomo el vuelo y avanzo por claros laberintos; en la gran ciudad, me esperan las antiguas calles. No estaré sola; mi ángel pasará todas las tardes. Puedo sentir el peso y aún no es hora. Breve día… y un poco de fe en todas partes. Ella sabe que es única y brotó de mi vientre.
He vuelto a casa; las flores se secaron; sobrevive el tallo. Voy por claveles y hojas de amaranto; prendo las velas, rompo el silencio y una sonata en fuga sacude las cortinas. La noche hace presencia y aprendo de lo absurdo que ennoblece. Dejé a la hija, nacida de bailes y ventanas azules. Otro día, ella vendrá a mí. O, volveré a visitarla.