Los ojos sospechan lumbres debajo de las miradas. Noche adobada para danzar.
Se despiertan los misterios de la noche, se hacen las caderas manos que atrapan luceros con sus temblores.
Cenizas de pedernal queman los fuegos vulcanos, con aromas brotando de pieles ardientes. Hiedras de pasión se van creciendo en las ingles y las sienes.
Los corazones son nigromantes que rezan y bailan conjuros. Acólitos de lo oculto niegan la luz enajenados de fuegos, hechizan espíritus que sueñan palacios de llamas y nieves.
Se graban los resplandores de cuerpos, flashes que redimieran la quemazón de penumbras.
Y la boca. Ay la boca. Seca. Herida por los gritos de silencios y esa espada de fuego que brota de mi vientre.
Pixabay/FreeImages