El genio es el misterio,
el elemento circundante
que inconsciente desentraña
el enigma del espacio en lo divino.
A veces denso, otras
sublime y ancestral
en el pedernal o en el frío del acero.
La hoja prendida en la rama del árbol,
mil paraguas trazando un camino
y una superficie de piel escarchada
en el anochecer azulado de frío abisal.
Desde la profundidad de las torres del tejado,
se vislumbran las horas perpetuas
de un mar alquitranado
de día perverso que por la mañana
ha osado despertar.
Formas de aire, caracolas
calaveras y algarrobas
se levantan sedientas de espacio y mañana.
Piedra gris en el hierro,
enlosados descompuestos prendidos
en un techo ovalado de talante celestial.
Pompas de jabón amontonadas a lo largo del balcón
en la noche en que alas encendidas
deambulan por el cielo
entretanto sobre el banco alicatado
se cierne la luz de un farol.