Era temprano o tal vez
demasiado tarde.
Miró su ombligo y
lo vio en el suelo.
Se veía perfecto,
limpio y brillante
como la sonrisa
que se dibujaba
cada mañana.
Pero al caer,
había dejado un agujero
gris y oscuro,
a la altura del corazón.
Sólo con sentir el aire fresco,
del agujero empezaron a brotar raíces.
Mudó una armadura
de cal y canto
a base de anocheres.