La propia desazón del pensamiento
con frecuencia me lleva a ser prudente,
tratando de olvidar aquella fuente
de la que se nutrió mi sentimiento.
Y si a veces se muestra algo violento
nunca me lo imagino diferente,
pues al ser un producto del ambiente
la espalda no le puede dar al viento.
No fuera que al salir de mi guarida
muy temprano y sin ganas, vaya broma,
hubiese quien el pelo me tomara,
de forma que sin ver sutil salida
me conformase con cualquier aroma
y ya fuera del túnel la palmara.