Intenté llegar a viejo, pero,
solo fui un simple esbozo,
una lumbre efímera
en un intento de hoguera
desvanecida en la noche,
un lúgubre sudario
para un difunto gris,
que transitaba la vida
a golpe de cadera
y huesos amortajados,
que se diseminaban,
como el polen audaz
carente de primavera.
Procuré tener carisma, más,
mi vida se llenó de ausencias,
regurgité las bilis de dentro
y me quedé vacío por fuera,
como un globo de colores
que asciende al infinito
sin conocer su destino,
ni imaginar su desenlace,
quizá la soledad sirviera
de válvula de escape
y la ascensión supusiera
el anclaje de la mente
a la cordura de los locos.
Subestimé la razón, aunque,
quién en su sano juicio
es capaz de discernir
lo real de lo soñado,
lo vivido de lo ausente,
lo acaecido de lo ansiado,
lo sucedido de lo deseado,
lo tangible de lo ilusorio,
la locura de lo evidente,
la codicia del poder;
el oropel de la riqueza
me llevó a vivir la pubertad
sucumbiendo a sus encantos.
Ahora vago libre, a mi pesar,
la brisa de la existencia
acaricia mi semblante ajado,
luciérnagas brillantes
me marcan un sendero,
pero me alejo del mundo
y de sus amables gentes,
soy un mimo sin rostro
en un teatro singular,
donde nada me satisface
y perdida toda esperanza
se aleja de mí el tiempo.