Demasiadas hojas caídas,
demasiadas…
Apenas partió la primavera
y caen, ingrávidas,
ante mis ojos
desnudando el árbol.
Se desprenden de la matriz
(desalojándome)
amarronadas, crujientes,
deshechas,
a mis pies,
ocupando el hueco
de mis huellas vacías.
Acelerada, la vida,
(su latido)
borró el verano de mis calles.
Y caen,
siguen cayendo
livianas,
insumisas.
Se sueltan
de mi piel,
de mis manos,
de mi espalda,
de mi vientre,
de mi voz en grito,
de los contornos del yo…
ante los ojos atónitos.
Por detrás de mis sombras,
enredadas en el pelo,
se deshacen de oropeles
y en suspiros inaudibles
se desprenden…
siembran ocres en la tierra estéril,
en el barbecho calcinado de mis labios.
Demasiadas hojas caídas, demasiadas…
Imposible barrer
(a deshoras)
todo este otoño creciente,
implacable y amarillo
que se desprende de la rama.
Disgregado.
Imposible,
demasiado imposible…
Quizás
el soplo de la tarde
las arrastre
arrancadas,
desgajadas de mi cuerpo
en diaria ceremonia,
en la vaciedad de lo absurdo
de un calendario deshecho.
Tal vez,
mi árbol quede en pie,
perenne, orgulloso y rebelde,
en esta verde
y solitaria desnudez
que me contiene.
Junio 2023
Foto: Jardín Botánico de Madrid. José Manuel Remesal Delgado