Delirium tremens
Son tres viernes,
que se han hecho sábados inertes,
y los sábados siguen siendo sábados,
y no han cambiado,
han mutado al viernes.
Me siento vencido,
y a lo lejos te veo,
tan hermosa y transparente,
puedo ver como tu boca
me llama con su brillo delirante.
Estás ahí esperando,
a que mi delirio llegue hasta ti,
pero por más vencido que esté,
nunca más te beberé.
Han pasado cinco años,
y aun estas ahí reclamándome,
recordando que no tengo cura,
que estaré a ti atado eternamente,
pues tu y yo moriremos juntos.
Juntos e inseparables,
al llegar la noche te veré,
en el atril de la sala
ahí tan hermosa y perfecta,
sirena del mar de mi sed.
A lo lejos te veo,
apago la luz y me despido,
estarás ahí por siempre,
creyendo que soy tuyo,
y que por ti muero.
Adicto a tu boca,
y tu olor,
no he olvidado tu aroma,
ni que has causado en mí.
Es suficiente el recuerdo.
Al apagar la luz,
se va el deseo,
y la botella de Coñac se queda sola,
el adicto canta victoria,
pero solo por hoy día.
Cinco años,
ocho meses
y veintitrés días
con hoy día.