Cuanto más el autor defiende su obra
dejándose la piel en el intento,
verá que sin valor cuela su invento
si para dar y aún tomar le sobra.
Pues así se debate con zozobra
mientras camina a paso corto y lento,
no fuera que resurja un fuerte viento
y muestre al descubierto su maniobra.
Que justificación no necesita,
creo, ningún artista que se precie
cuando al juicio del necio se someta
quien nunca pone péndulos ni quita
y el arte ya merece que se precie
sin que nadie por medio se entrometa.